martes, 13 de abril de 2010

Todos de pie (prefacio)

Emma Coneja apareció el primer día de tu nuevo trabajo en esa ciudad. Ya no recuerdas donde era, tampoco importa mucho que fuera en Vetusta que en Amberville; puede que incluso fuera ese lugar que tanto odias, o hasta podía ser el Párnaso.

Parece ser que ella siempre trabajó allí, pero para ti eso no importaba. Emma había llegado el mismo día que tú y nadie te quitaría ese pensamiento de la cabeza. Luego te darías cuenta de que eso no era así, pero ya fue demasiado tarde; parece ser que eres rápido para cambiar de tiempo, no de pensamiento.

El caso es que Emma Coneja siempre te pareció alguien distinto a los demás. Era inevitable no sentirse atraido por esas orejas tan largas y que se cruzaban en una sola. Aun sin haber cruzado una palabra con ella, ya sabías que algo te acercaba más que a ningún otro peluche.

Por esa época, a ti te encantaba... si bueno, todo el mundo sabe lo que te gustaba, pero parece que no puedes (no quieres) recordarlo. Ahora todo eso te parece tan lejano, que pareces haber olvidado todo lo que sucedió más allá de estos cuatro últimos meses... e incluso esto te parece lejano y difícil de recordar. Sin ir más lejos, ahora Chomsky no es ese lingüista de vete a saber que teoría. No, ahora Chomsky es alguien que se enamoró de los Astrud.

Sin duda, lo mejor es amar a Emma Coneja de la manera en que Franz amaba a Sabina. Envuelve los buenos recuerdos, que esos, seguro, no quieres perderlos.

Y te inventaste un plan para escapar hacia adelante...

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